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Para la persona que traicionó mi confianza

  • Anónimo
  • 22 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

Recuerdo lo cercanos que solíamos ser. Hacíamos todo juntos y prometimos que siempre estaríamos ahí el uno para el otro, sin importar las circunstancias. Prometimos estar en las buenas, las malas y las peores. Tus risas eran mis risas, mis logros tus logros; tus lágrimas eran mis lágrimas; mis fallas, tus fallas. Eras esa persona con la que podía ser realmente yo misma sin tener miedo a ser juzgada, a la que le podía decir todo. Durante años fue así, durante años fuimos lo que uno llamaría uña y mugre; más que mejores amigos éramos como hermanos. Hasta que todo empezó a cambiar para mi y de cierta forma para ti también.

Todo empezó con un cansancio constante y largas horas de mirar al techo con la mente totalmente en blanco. Lentamente, las cosas que me solían gustar ya no me gustaban. Era como si todas mis pasiones y motivaciones se hubieran ido y hubieran sido reemplazadas por una nube negra que, por alguna razón, solo yo podía ver. Mi estómago pasaba hecho un nudo, mi pecho pasaba vacío y una vez por día lloraba sin motivo alguno. Pasaron meses y yo solo empeoraba y de repente tareas diarias como levantarme por las mañanas, ir a la escuela, mantener la concentración y hasta socializar eran difíciles. Preguntas como “¿Cuál es el punto?” y “¿Qué sentido tiene?” inundaban mis pensamientos junto al miedo de haberme perdido a mí misma. Así que decidí pedir ayuda. Varias sesiones y varios estudios después, obtuve la respuesta a lo que me estaba pasando, un nombre para esa nube negra que se había apoderado de mi vida –depresión– una palabra que empezó cambiando mis vitaminas por antidepresivos y terminó cambiando mi vida entera.

Antes de que descubriéramos qué era lo que me estaba pasando siempre estuviste ahí asegurándote de que yo estuviera bien y pendiente por si necesitaba un hombro en el cual llorar. Actuabas exactamente igual que cuando todo estaba bien. Sin embargo, el día que te dije que me habían diagnosticado con depresión nuestra amistad dio un giro de ciento ochenta grados. Yo seguía siendo la misma persona, seguía siendo la mejor amiga que conocías desde segundo grado, pero para ti fue como si estuvieras viendo a una extraña. Una palabra, una palabra te hizo verme como una persona totalmente diferente.

Las primeras semanas lo ocultabas bastante bien y todavía me invitabas a salir y cuando te decía que no porque no estaba teniendo un buen día actuabas como si entendieras. Las semanas pasaron y dejaste de escribirme, de contestarme las llamadas y hacías excusas cuando te invitaba a salir. Un mes después de que empezaste a actuar así, me dijiste la frase que por siempre cambiaría mi forma de ver las cosas:

“No quiero seguir juntándome contigo. Te has vuelto muy deprimente.”

En menos de un minuto convertiste mi trastorno mental en un adjetivo. Lo convertiste en algo que me definía y al hacerlo le quitaste importancia y lo transformaste en burla. Los antidepresivos toman mínimo tres meses en producir los neurotransmisores que hacen falta pero tu no esperaste ni dos. No esperaste ni dos meses para convertirlo en algo que me definiera.

Pero la cosa es que no lo hace; mi trastorno mental no me define. Sí, es algo con lo que tengo que vivir todos los días y es una condición que tengo, pero no es quien soy. Lo que realmente me define es lo que hago todos los días por estar mejor, por vivir de la mejor manera posible, por cuidar de mi misma y de los que me rodean, por ser feliz. Eso es lo que realmente me define. Lastimosamente, no puedo decir que estoy cien por ciento bien, pero cada día me despierto agradecida porque estoy viva y rezo porque sea un buen día. Aunque muchas veces no lo son, trato de buscar algo bueno en ellos y trato de recordarme que tal vez hoy no fue mi día pero puede que mañana sí lo sea. Así que eso de “deprimente” no va conmigo. Sufro de depresión, pero no soy deprimente al igual que una persona con cáncer no es cancerosa.

Nuestras enfermedades ya sean físicas o mentales no nos definen. Si dejáramos que nos definieran, les estaríamos quitando importancia y validez y se la estaríamos dando al rechazo de los ignorantes en vez de enfocarla en nuestro camino hacia la recuperación, salud y felicidad.

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